domingo, 26 de enero de 2014

A golpe de sueño.

Había bebido.

No era nada extraño porque salía del bar sólo para entrar en otro y seguir buscando respuestas.

Huía de la gente normal,
de la gente que ama por norma,
de las normas en general.

Huía de ella, que sólo seguía viva dentro de él.

Sus pies ya se habían cansado de bailar con la vida más callejera que nadie podría imaginar.
Había bailado hasta sangrar por cada poro y terminar llorando como si cada canción fuese la última.

Cuando llegaba no tenía fuerzas ni para desnudarse antes de caer rendido a su lado.

Allí estaba ella, preciosa, despeinada de esperarle y con los ojos mal pintados de soñarle.
Sonreía como quien sonríe sabiendo que es la última vez, como si no le importara que huyera de ella, aun sabiéndolo.

Él seguía de pie frente a ella, frente a la nada más absoluta que se convertía en mujer a cada golpe de sueño.

Era invierno.
Dentro y fuera de él.
Pero sobrevivía.

Cada noche, en cada bar, se enamoraba; y cada vez más que de la anterior.
Pero todas tenían el mismo defecto, no eran ella.
Por eso volvía a buscar respuestas, donde siempre, sabiendo que hacía tiempo que había olvidado las preguntas, pero no podía dejar de hacerlo. 
No quería.

Su cama, sin ella, se había convertido en un desierto en el que el oasis era de agua salada y al beber morías de sed.

Siempre quiso una vida con ella, y decidió beber.

Sus ganas de vivir fueron las que le mataron.

domingo, 19 de enero de 2014

Beso a verso.

Había cambiado,
ya no era el mismo
y sus pasos
le alejaban
cada vez más
de la persona que era,
de la persona que fue
y sobre todo
de la persona que quería ser.

Uno
a
uno
fue conociendo
todos los bares
y copa
a
copa,
beso
a
verso,
se los bebió.

Y borracho
copa
a
copa,
beso
a
verso,
acabó con lo único
que merecía la pena,
su propia
vida.

jueves, 9 de enero de 2014

Léeme.

Quiero que me leas como se leen
los mensajes que dejan los besos
sobre tu piel.
Como el que espera ser disparado
sabiendo que ya está muerto,
como el que dispara
y saca las balas de su propio pecho.

Léeme como leen
los que disfrutan bailando desnudos
al compás del sonido de sus sueños al romperse.

Siente mi poesía como siente la prostituta
que se enamora de cada cliente
sabiendo que ninguno será para siempre.
Como la que colecciona besos
en su piel y deseó que cada uno
fuera el único que la vistiese
en el próximo invierno,
pero que al final acabó desnuda
bebiéndose sus eternas primaveras.

Quiero que me leas como leen
los que besan antes de preguntar,
como los que quieren
con los puños cerrados
y escriben como si fuera la última vez.

Léeme como si fueras tú la que escribes
y yo el que se folla a todas.  

sábado, 4 de enero de 2014

Hay vidas que saben a sonrisas.

Hay vidas que saben a sonrisas
y sonrisas que saben a toda una vida.

Hay palabras que sobran, al igual que la ropa
y qué casualidad que sea al mismo tiempo.

Hay nubes que buscan formas en las personas que las miran.

Hay manos que sueñan con cuerpos,
las mías;
y cuerpos que sueñan con manos,
las tuyas.

Hay síes que son noes
y noes que son quizases
aunque fueran síes
antes de la primera mentira.

Hay tormentas que tienen miedo de las personas
que hacen poco ruido al hacer el amor.

Hay miradas que quieren de antemano
y besos que odian a bocajarro.

Hay heridas que saben a algodón dulce
y te dejan los labios pegajosos cuando las besas.

Hay despedidas que se odian a sí mismas
pero bailan hasta caer rendidas a los pies
de cualquier bienvenida.

Y hay poetas, como yo, que escribieron ayer
lo que les dolerá mañana.