jueves, 9 de octubre de 2014

¡Que duela joder, que duela!

Suenan sus pasos entre los bombardeos de una ciudad en calma, entre las calles llenas de gente en las que todo el mundo se siente solo.

Miles de historias se cruzan miradas sin dar pie a un baile eterno entre todas ellas para que se enreden
sueños
     y besos,
             sonrisas
                   y sexos.

Un baile donde sólo esté permitido bailar desnudo mientras llueven palabras y donde los desastres sean órdenes imperfectos, que como rompecabezas pierden sus fichas y sólo hay que esperar a que alguien las encuentre y encaje todos nuestros miedos para que nos dejen terminar el baile sin temer ser pisados.

Suenan acordes entre el estruendo de las balas que están por perder, que rozarán la piel de los valientes que pasean sin protección entre cobardes con caparazones de corazones rotos, entre versos mal utilizados, porque de nada sirve la poesía si no es para mandar a tomar por culo al poeta y empezar a sentir por nosotros mismos.

De nada sirve sentir si no es para vivir.. ¡Y que duela joder, que duela!

Que el dolor nos haga despertar de este letargo que a tantos les gusta, de esta incomodidad tan cómoda que nos imponen; que nos haga volver a luchar por nosotros mismos, que nos haga sonreír al darnos cuenta de que no somos de nadie, ni de ningún sitio, sino de aquellos que abrazan a pecho abierto.

Y elegiremos muerte cuando descubramos que malvivimos entre basura que no es de nadie, cuando matemos al último aliento del planeta y recordemos que respirar siempre fue un regalo que malgastamos y que el aire de su boca ya lo hemos perdido.

Elegiremos muerte cuando descubramos que las verdades fueron mentiras, porque la verdad se esconde entre los adoquines de las calles que nunca fueron pisadas, entre los libros que se quemaron sin ser escritos por lo que pudieran contar, entre revoluciones que empezaron sin ser provocadas, entre la carne de los muertos que aún esperan a ser de alguien, entre las historias de abuelos que nadie quiere escuchar.

La verdad está dentro de la piel que se desgarra con sólo un beso y grita pidiendo clemencia, pero hoy nadie quiere escuchar cuentos absurdos de corazones que se mueren por un cuerpo.

La verdad no es de nadie y ahí está, esperando a ser de alguien, a que volváis a ser los de antes, a que recuperéis lo que es vuestro y un día alguien quiso quitaros.

La verdad no es de nadie y ahí está, esperando a ser leída sin ser escrita.

Hijos.

Hijos de unas manos 
que han trabajado lo que duran veinte vidas.

Hijos del reír por no llorar,
del llorar de tanto reír,
de luchar porque sí.

Hijos del trabajar hasta morir,
del ayunar por ver crecer, 
del compartir sin apenas tener.

Hijos del "toma para que no llores",
hijos del "toma para que llores por algo".

Hijos de soñar y cumplir,
de querer y poder,
hijos de volar aun sabiendo que van a caer.

Hijos de luchar por no parar,
del llorar y sonreír,
del sonreír porque sí.

Hijos del querer sin rendirse,
del enseñar lo que saben,
hijos del amor de unos padres 
que hoy besan con temblores.

Hijos del reír por no llorar,
del llorar de tanto reír,
de luchar porque sí.


miércoles, 1 de octubre de 2014

Paso a paso.

Paso a paso recorro esta rutina,
que poco a poco me convierte
en un actor secundario
de mi propia historia,
donde el guion ya fue escrito,
donde el final siempre es el mismo.

Poco a poco despinto sonrisas
que paso a paso recorren kilómetros
hasta un nuevo horizonte
donde morir en boca de nadie.

Los días amanecen cada vez
más pronto y su olor llena un hogar
donde sólo quedan desencuentros
que algún día fueron guerras por ganar,
y no puedo hacer nada,
no puedo volver a ser,
no puedo volver,
no puedo.

El tiempo ya no calla los gritos
del buen hacer del invierno,
que se acerca a morir en mi cama
donde pudimos ser y no quisimos.

Paso a paso recorro cicatrices
que saben a vino barato
que no calmará la sed.