Aunque no os lo creáis,
yo ya he estado aquí,
ya he escuchado todo
lo que tenéis que decirme...
y tenéis razón.
Ya he dudado mucho antes.
Ya he dudado, mucho, antes.
Ya he sido tierra y mar,
aire no,
porque aire es ella
y necesito respirarla.
Aunque no os lo creáis,
ya he sido frágil,
he sido besos,
abrazos,
luz,
y muchas veces oscuridad.
He sido sexo,
llanto,
ganas de gritar,
y muchas veces silencio.
He sido verso,
prosa,
cantante y cantado,
he sido mayúsculo
y muchas veces minúsculo.
He sido sed y sediento,
hambre y muchas veces hambriento.
Lo que no he sido,
es esclavo de nadie.
Y así será.
No he sido de los que os hacen caso,
ni de los que se conforman
con una batalla pudiendo ganar la guerra.
Que no hay mayor guerra
que la que está por librar,
y que si lucho que sea por ella,
porque su risa me hace sentir libre
aunque no sea conmigo con quien ríe.
Y aunque no os lo creáis,
no hay mejor forma de ser libre,
que serlo a su lado.
Léeme como leen los que disfrutan bailando desnudos al compás del sonido de sus sueños al romperse.
lunes, 23 de febrero de 2015
domingo, 1 de febrero de 2015
Ha llegado el día.
Ha llegado el día
en que respirar ahoga.
La libertad muere en las calles
y todos nos llenamos la boca
de nombrarla, pero no sacia el hambre.
Yo,
mientras tanto sigo mi camino
en este desierto de pensamientos,
y las luces de las ciudades
no alumbran mis hogares,
que siguen ocultos,
que siguen llorando
su propia ausencia.
¿Y qué hacer?
¿Destapar somnolientos sentimientos
y obligarme a seguir caminando
sobre las cenizas de lo que un día fui?
¿Gritar libertad y morir de pie
después de una vida entera
viviendo de rodillas?
Morir.
Renacer.
Yo,
por mi parte, seguiré bailando
en territorio de nadie,
cantando a viva voz
que no os pertenezco,
renaciendo.
Una y mil veces,
Preguntándome por qué la soledad
es el castigo de los solitarios.
en que respirar ahoga.
La libertad muere en las calles
y todos nos llenamos la boca
de nombrarla, pero no sacia el hambre.
Yo,
mientras tanto sigo mi camino
en este desierto de pensamientos,
y las luces de las ciudades
no alumbran mis hogares,
que siguen ocultos,
que siguen llorando
su propia ausencia.
¿Y qué hacer?
¿Destapar somnolientos sentimientos
y obligarme a seguir caminando
sobre las cenizas de lo que un día fui?
¿Gritar libertad y morir de pie
después de una vida entera
viviendo de rodillas?
Morir.
Renacer.
Yo,
por mi parte, seguiré bailando
en territorio de nadie,
cantando a viva voz
que no os pertenezco,
renaciendo.
Una y mil veces,
Preguntándome por qué la soledad
es el castigo de los solitarios.
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