Madrid te vio caminar
y se enamoró uno a uno
de todos tus pasos.
Y no me extraña.
Se enamoró de tus maneras,
de tus caderas al bailar,
de esa sonrisa
nacida para escribir sobre ella.
Y yo,
fui detrás.
Me enamoré de tus caderas,
de tus maneras al besar,
de cada palabra que te escribo
y de las que quedan.
Pararía todas las balas
con mi propio pecho
si de bailar contigo se tratase,
que estoy harto de bailar solo
y de pisarme.
Te veo sonreír
y cada canción
suena a ti,
al silencio de antes de,
que nunca llegará a nada.
Me enamoré de tu sonrisa,
de tus sueños,
que no sé cuáles son
pero me da igual.
Cada segundo que pasa
duele más que el anterior
si no vienes y me bailas
para que Madrid muera de celos.
Es la primera vez que te veo
y ya siento que te he echado de menos
toda la vida.
Pero tú no me ves,
ni me sonríes
para que yo pueda acercarme
y decirte que te estaba esperando,
que me duele cada segundo
que paso fuera de tu cama,
que muero por gritarte
que te quiero
y ni siquiera te conozco,
que vivo para escribirte
y morir en el intento.
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