Me declaro culpable
de la verdad de los políticos,
de lo discontinuo de las líneas
y del titubeo de los segundos.
Culpable
de lo bonito de las despedidas,
del dudar de los semáforos
y del querer y no poder.
Culpable
del querer ganar y al final perder,
de la inocencia del sexo
y del volver del pasado.
Culpable
del querer de las prostitutas.
Culpable
de ser culpable.
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