Acabo de ver una película porno
en la que al final se enamoran.
Y he llorado.
Nadie cuenta que las princesas
se hacen las dormidas
para que sus príncipes
puedan verlas, durante años,
soñar con lo que pasará
después del beso que las despierte.
Nadie sabe que Caperucita Roja
ya venía de ver al lobo,
que la comía mejor
que cualquier Príncipe Azul,
y que los enanitos venían cantando
después de trabajarse a Blancanieves.
Aquí el tiempo sí que pasa,
y campanilla se ha dado a la bebida
porque Peter Pan no quiere
echarle un polvo mágico
para que deje de volar en círculos.
Voy a matar al puto conejo
que no para de recordarme
que nunca podré tirarme
a la reina que rompe
todos los corazones
que pasean por su jardín.
Siempre fui el niño
que se perdía en todas las camas
y nunca jamás volvía.
Pero ahora
eres tú, Julieta,
la que escalas a cualquier
ventana para vender
tu amor de contrabando;
y yo aquí,
como un Romeo cualquiera,
borracho,
gritando a todas las ventanas
para que me abran
porque lo peor de que te fueras
es que te llevaste tu calor,
y en los cuentos no sé,
pero aquí,
en el mundo de los poetas
siempre hace frío.
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