lunes, 25 de noviembre de 2013

Hasta siempre, mi vida.

Dos ancianos se suicidan, de la mano, por miedo a separarse.

Me han contado que nos han vuelto a ver por París, de la mano, y que nadie se atrevía a preguntarnos si volvíamos a estar vivos.

¿Cómo vamos a estar vivos con la de besos que nos debemos?

No te atrevas a ponerme una excusa para volver a morir otra vez entre mis brazos, porque estoy harto de amar a tu recuerdo y correr detrás de tu pasado para volver a ser tuyo.

Antes de conocerte ya sabía que el final corría a nuestro cargo y que tras él nadie volvería a nombrarnos.

A partir de hoy todas las islas llevan nuestros nombres y todos los náufragos pedirán que les salvemos, pero nosotros ya no somos.

Me daba pánico sobrevivir, sin ti, mientras desaparecías entre papeles que esperan para ser escritos y que si no lo remedio, pasarán a la historia por no ser más que eso, papeles que serán testigos de nuestro suicidio.

Dame la mano.

Ya no hay vuelta atrás, y para ser sincero, me encanta que sea así.

Nadie nos entenderá. Seremos dos locos medio cuerdos que sonreirán, desde donde estén, a todos esos que dentro de un tiempo se atrevan a decir que nos han vuelto a ver juntos.

Aún me acuerdo cuando me besaste, muerta de miedo, y me confesaste que nunca te habías enamorado. Lo siento por no poder hacer otra cosa que sacarte a bailar, para siempre. Sólo nos enamoramos una vez: tú, de mi vida; yo, de nuestra muerte.

Espero que el viaje sea corto, aunque no me importa cuánto dure si es contigo con quien vuelo, si es contigo con quien muero.

Hasta siempre, mi vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario